sábado, 29 de enero de 2011

El Purgatorio

¿ Verdad de Dios ?

por Daniel Sapia


"La familia, un padre con sus hijos, ocupaba el primer asiento en la iglesia. En el pasillo central había un ataúd con los restos de una amada y solícita esposa. Ella había sido una dama buena y amable, respetada por todos los que la conocían. La muerte, intrusa inoportuna, se había llevado su vida haciendo añicos el frágil mundo de su familia. En el gran edificio se escuchaba el eco de sus sollozos.

El repicar de las campanas del altar anunciaba que el sacerdote estaba listo para decir misa a intención de la difunta. Pasó unos minutos con la familia, luego anunció a la congregación que esa misa era ofrecida por el descanso del alma de su ser querido que había partido y que ahora estaba en el Purgatorio. Por medio del santo sacrificio de la misa, a la larga su alma sería liberada de las penas del Purgatorio."

El Purgatorio es una doctrina entretejida en las enseñanzas de la Iglesia Católica Romana. La creencia en el Purgatorio es fuerte, como lo demuestran las muchas misas que la familia y los amigos han ofrecido por los que han muerto. ¿Se ha preguntado usted alguna vez cuál es la necesidad del Purgatorio, y si hay alguna evidencia de su existencia?

Qué afirman los defensores católicos de esta teoría:

a) Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo. (CIC N° 1030)

b) La Iglesia llama Purgatorio a esta purificación final de los elegidos que es completamente distinta del castigo de los condenados. La Iglesia ha formulado la doctrina de la fe relativa al Purgatorio sobre todo en los Concilios de Florencia (Cf. DS 1304) y de Trento (Cf. DS 1820; 1580). La tradición de la Iglesia, haciendo referencia a ciertos textos de la Escritura (por ejemplo 1Co 3, 15; 1P 1, 7) habla de un fuego purificador. (CIC N° 1031)

c) Esta enseñanza se apoya también en la práctica de la oración por los difuntos, de la que ya habla la Escritura: "Por eso mandó (Judas Macabeo) hacer este sacrificio expiatorio en favor de los muertos, para que quedaran liberadas del pecado" (2M 12, 46). Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, en particular en el sacrificio eucarístico (Cf. DS 856), para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios. La Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos.

(CIC N° 1032)

d) Para algunos apologistas católicos, no es un lugar específico en el mas allá. Para otro si. Del mismo modo, para algunos, este proceso de "purificación o santificación" es instantáneo. Para otros, sin embargo, puede tener cierta duración en el tiempo.

e) Los vivos pueden elevar oraciones para que la persona que está siendo purificada, acorte su estadía o minimice sus padecimientos (Aunque nadie pueda decir en cuánto se acorta). La Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos.

f) A pesar de que, tal vez, la purificación del alma puede ser instantánea, no hay problemas en orar por las almas de los fieles difuntos que tuvieron tal destino. Como Dios está "fuera del tiempo", conoce el pedido desde toda la eternidad, lo que significa que puede aplicar su pedido a cualquier período de tiempo en que este sea relevante.

g) Según sus defensores, la teoría del Purgatorio es perfectamente bíblica. (2° Macabeos 12:45-46, Malaquías 3:2, Malaquías 4:1, Mateo 5:26, Mateo 12:31, 2°Timoteo 1:16-18, 1°Corintios 3:12-15)

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Bueno, hasta aquí una breve referencia de la doctrina católica referente al Purgatorio, expresado de manera tal que signifique una explicación mas completa de lo expresado en el Catecismo de la Iglesia Católica. Podríamos haber expuesto muchos mas comentarios. No obstante, para favorecer la dinámica del estudio, decidimos compartir solo estos, los cuales consideramos sirven como suficiente sustento para demostrar la creencia sostenida por el catolicismo

El Purgatorio: una Doctrina Católica Imprescindible

(extracto del libro "El Evangelio según Roma" de James McCarthy - Editorial Portavoz - Pag. 96-97)

A pesar de que no hay base bíblica para el Purgatorio, hay una fuerte necesidad filosófica para esta doctrina en la teología católico romana. La Iglesia Católica considera que la salvación es como un objeto de adorno o embellecimiento del alma. Es un proceso que comienza con el bautismo, mediante el cual se infunde la gracia santificante inicial. Se supone que esto hace al alma santa e inherentemente agradable a Dios. Otros sacramentos y buenas obras justifican más al alma y la hacen más atractiva a Dios. El objetivo es transformar el carácter esencial del alma en algo que en sí mismo sea objetivamente bueno. Por lo tanto, es lógicamente razonable requerir la limpieza total de cada vestigio de pecado antes que el alma pueda entrar en la presencia de Dios. Por consiguiente, el Purgatorio es la extensión lógica del proceso de salvación de la Iglesia Católica.

El Purgatorio es también un elemento integral del sistema penitencial católico romano. Según la Iglesia Católica, cada pecado acredita castigo temporal a la cuenta del pecador. Los actos de penitencia, sufrimiento e indulgencia adeudan dicha cuenta. Puesto que los pecadores no pueden pagar totalmente por el pecado en esta vida, el Purgatorio en el más allá es necesario para hacer el balance del libro mayor.

Finalmente, la Iglesia Católica usa el Purgatorio para motivar a los católicos a que vivan una vida de justicia. Si no hubiera Purgatorio, piensa la Iglesia, la gente continuaría pecando sin temor.

La salvación bíblica, por otra parte, no tiene necesidad de un lugar como el Purgatorio. La salvación bíblica no depende de las obras ni del sufrimiento de pecadores, sino solamente de Cristo. El Señor Jesucristo efectuó «la purificación de nuestros pecados» (He. 1:3) en la cruz. Su sangre puede limpiar al más vil pecador (He. 9:14). No queda ningún castigo temporal por el cual el creyente deba expiar; Jesús pagó por todo: «Y él es la propiciación por nuestros pecados» (1 Jn. 2:2).

La salvación bíblica no tiene necesidad de un lugar como el Purgatorio donde el alma supuestamente se vuelve objetivamente hermosa para Dios. Más bien está arraigada en la imputación de la propia justicia perfecta de Dios (2 Co. 5:21). La salvación bíblica produce una justicia que es por la fe desde el principio hasta el fin: «Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe ... » (Ro. 1: 17). El pecador coloca su confianza en Cristo para la justificación. Camina por fe, y mediante la capacitación del Espíritu vive rectamente. Sin embargo, no tiene la esperanza de que alguna vez podría ser personal y objetivamente tan bueno en sí mismo como para comparecer en la presencia de Dios. Confía sólo en Cristo para la salvación (Fil. 3:7-9).

En vez de centrarse en las buenas obras y el sufrimiento de la persona, la salvación bíblica destaca la perfecta obra de Cristo. Cristo es suficiente para presentar a los pecadores ante Dios «sin mancha delante de su gloria con gran alegría» (Jud. v. 24). Dios no mira más a la persona como a un pecador inmundo, sino que lo ve sólo en Cristo (Ef. 1: 1- 14), «santos y sin mancha delante de él» (Ef. 1:4).

Finalmente, la salvación bíblica involucra un nuevo nacimiento que resulta en una nueva creación (Jn. 3:7; Ef. 2:15). Un cristiano nacido de nuevo quiere obedecer a Dios. Es motivado por el amor de Cristo, no por el temor de una dolorosa retribución (2 Co. 5:14; Ro. 8: 15).
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La ( supuesta ) Base Bíblica del Purgatorio

Sin bien, para sustentar el fundamento de la doctrina del Purgatorio en las Sagradas Escrituras se menciona una serie de textos bíblicos, en realidad la mayoría no hace mas que incluir en él la palabra "fuego" o "purificación", no involucrando en el texto ninguna mención directa al tan mentado sitio de santificación final.

Ni la palabra "Purgatorio" misma, ni la idea del Purgatorio, puede encontrarse, aunque sea una sola vez, en toda la Biblia.

El texto que podemos considerar como el mas firme utilizado por la Iglesia Católica para sustentar la divinidad del Purgatorio, es el de 2° Macabeos 12:46, tal cual es mencionado en el Catecismo de la Iglesia Católica N° 1032, y el cual se refiere a un acontecimiento que ocurrió 160 años antes de Cristo, durante una guerra entre Judas Macabeo, un general judío, y Georgias, gobernador de Idumea.

Dice 2° Macabeos 12:46

"Es, pues, un pensamiento santo y saludable rogar por los difuntos, a fin de que sean libres de las penas de sus pecados."

No obstante, tenemos malas noticias para quienes pretenden sustentar bíblicamente el Purgatorio con 2° Macabeos 12:46. Este versículo tiene 2 heridas mortales que lo dejan totalmente fuera de cualquier consideración.

Para explicar la primera herida, basta con decir que el libro de 2° Macabeos es uno de los libros apócrifos (deuterocanónicos) de las Biblias católico romanas. Este libro del Antiguo Testamento nunca formó parte del Canon de la Ley Judía. El autor anónimo de 2° Macabeos no afirma hablar por Dios. Ni siquiera presenta su libro como una obra original. Declara que esto es un compendio de los escritos de otro hombre: "La historia de Judas el Macabeo... fue narrada por Jasón de Cirene en cinco libros, que nosotros nos proponemos compendiar en un solo volumen." (2° Macabeos 2:20-24 NC)

El mismo libro de Macabeos declara que no había profetas en ese tiempo y por lo tanto la inspiración de Dios había cesado: "Hubo una opresión tal en Israel cual no se había conocido desde que no había profeta" (1° Macabeos 9:27). Y de nuevo: "Y que los judíos y los sacerdotes a una habían resuelto que Simón fuese su caudillo y Sumo Sacerdote hasta la aparición de un profeta acreditado." (1° Macabeos 14:41)

Por consiguiente, los dos libros de Macabeos, en el mejor de los casos, sólo pueden considerarse como relatos históricos, pero no como Escritura, puesto que Dios no estaba inspirando a ninguno entre Su pueblo. Se hace evidente, entonces, de que uno no puede dar apoyo a ninguna doctrina verdadera citando este tipo de fuente.

La segunda herida, no menos mortal que la anterior, se basa en una explicación que amerita la comprensión total del relato de 2° Macabeos 12. Dice así:

"Al día siguiente fue Judas con su gente para traer los cadáveres de los que habían muerto en el combate, y enterrarlos con sus parientes en las sepulturas de sus familias; y encontraron debajo de la ropa de los que habían sido muertos algunas ofrendas de las consagradas a los ídolos que había en Jamnia, cosas prohibidas por la ley a los judíos (*Deuteronomio 7:25-26); con lo cual conocieron todos evidentemente que esto había sido la causa de su muerte. Por tanto, bendijeron a una los justos juicios del Señor, que había manifestado el mal que se quiso encubrir; y en seguida poniéndose en oración rogaron a Dios que echase en olvido el delito que habían cometido. Al mismo tiempo el esforzadísimo Judas exhortaba al pueblo a que se conservase sin pecado, viendo delante de sus mismos ojos lo sucedido por causa de las culpas de los que habían sido muertos. Y habiendo recogido en una colecta que mandó hacer doce mil monedas de plata, las envió a Jerusalén, a fin de que se ofreciese un sacrificio por los pecados de estos difuntos, teniendo, como tenía, buenos y religiosos sentimientos acerca de la resurrección. (Pues si no esperara que los que habían de resucitar, habría tenido por cosa superflua e inútil rogar por los difuntos), y porque consideraba que a los que habían muerto después de una vida piadosa, les estaba reservada una gran misericordia. Es, pues, un pensamiento santo y saludable rogar por los difuntos, a fin de que sean libres de las penas de sus pecados." (2° Macabeos 12:39-46, Biblia de Félix Torres Amat)

Según la doctrina del Purgatorio, quienes tienen como destino el Infierno, no tienen segundas oportunidades. Solo quienes mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, visitan el Purgatorio luego de su muerte.

Las personas mencionadas en 2° Macabeos 12:46 habían sido culpables de un acto que es ABOMINACION a los ojos de Dios: el tomar ofrendas consagradas a los ídolos (Deuteronomio 7:25-26) "y encontraron debajo de la ropa de los que habían sido muertos algunas ofrendas de las consagradas a los ídolos que había en Jamnia, cosas prohibidas por la ley a los judíos con lo cual conocieron todos evidentemente que esto había sido la causa de su muerte". Por lo tanto, esta actitud habría enviado a esos hombres, no al Purgatorio, sino al infierno, del cual nadie los puede sacar. De allí que la idea de orar por ellos es inútil, y difícilmente podría aceptarse como buena base (...y "bíblica"...) para aceptar la doctrina del Purgatorio.
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Más sobre el Purgatorio

(extracto del libro "Una Mujer Cabalga la Bestia" de Dave Hunt - Editorial The Berean Call)

Como lo indican las citas de la página anterior, el catolicismo enseña que aunque la muerte de Cristo hizo posible que los pecados fuesen perdonados, el pecador perdonado debe sufrir algún dolor o tormento de intensidad y duración desconocidas a fin de ser purificado y, por consiguiente, hecho apto para el cielo. Mientras el catolicismo dice que es teóricamente posible ser limpiado mediante los sufrimientos de esta vida y la muerte personal, ninguno, ni siquiera el Papa mismo, puede saber si es que tal cosa ha ocurrido. En consecuencia, casi todos los católicos esperan pasar algún tiempo de duración desconocida en el Purgatorio. El no aceptar la doctrina del Purgatorio trae la excomunión automática de la Iglesia Católica Romana.

Tanto el Concilio de Trento como el Segundo Concilio Vaticano hablan de los que, a pesar de que Cristo sufrió por sus pecados, "todavía deben hacer expiación [por sus pecados] en el fuego del Purgatorio". Aquí se da más explicación de esta doctrina por el Segundo Concilio Vaticano :

"La doctrina del Purgatorio demuestra con claridad que aun cuando la culpa del pecado ha sido eliminada, la pena de ella o las consecuencias de la misma pueden continuar para ser expiadas o limpiadas... En el Purgatorio las almas de los que han muerto en la caridad de Dios y se han arrepentido verdaderamente, pero que no habían hecho satisfacción con la penitencia adecuada por sus pecados y omisiones, son limpiadas después de la muerte con castigos designados para purificar la deuda." (Flannery, op.cit., tomo2, pp. 63-64)

¿Qué es "penitencia adecuada"? Nadie lo sabe. La Iglesia jamás la ha definido.

¿Dónde dice la Biblia que el castigo purifica del pecado? No lo dice.

Los orígenes, desarrollo y propósito de esta doctrina

La idea del Purgatorio, un lugar ficticio de purificación final, fue inventada por el Papa Gregorio el Grande en el año 593. Había tal renuencia en aceptar la idea (puesto que era contraria a la Escritura) que el Purgatorio no se hizo un dogma católico oficial por casi 850 años, en el Concilio de Florencia en 1439. Ninguna doctrina ha aumentado tanto el poder de la Iglesia sobre sus miembros ni añadido tanto a sus ingresos. Hasta este día la amenaza del Purgatorio cuelga sobre los católicos, quienes por lo tanto dan ofrendas con frecuencia a la Iglesia por su ayuda en sacarlos de ese lugar de tormento imaginario.

Roma promete que si se siguen sus decretos la persona finalmente será librada del Purgatorio y entrará al cielo. Sin embargo, la Iglesia jamás ha podido definir por cuánto tiempo cualquier persona debe pasar en el Purgatorio, ni cuánto de ese tiempo se acorta por cualquier medio que se ofrezca. Es una necedad extrema confiar la liberación del individuo del Purgatorio a una Iglesia que ni siquiera puede definir cuánto tiempo la persona debe pasar allí por cada pecado, ni cuánto tiempo cada ritual o acto de penitencia reduce el sufrimiento purgatorial. No obstante, los católicos continúan dando ofrendas a la Iglesia, y grandes sumas se dejan en testamentos (recuérdese a Enrique VIII) para hacer que se oficien muchas misas en favor del difunto. Ese proceso nunca se detiene, siempre se necesitan más misas, "por si acaso".

El Concilio de Trento, el Segundo Concilio Vaticano, y el Código del Derecho Canónico resultante, contienen muchas reglas complejas para aplicar los méritos de los vivos, y especialmente las misas, a los difuntos en la purificación de sus pecados y para reducir el tiempo en el Purgatorio:

"La Iglesia ofrece el Sacrificio Pascual por los difuntos a fin de que ... los muertos puedan ser ayudados por las oraciones y los vivos puedan ser consolados por la esperanza. Entre las misas por los difuntos, la Misa de Funeral es la que tiene el primer lugar en importancia ... Una misa por los difuntos puede celebrarse tan pronto como se reciban las noticias de una muerte ..." (Flannery, op.cit., tomo2, pp. 205)

Uno de los principales promotores de esta doctrina horriblemente falsa pero ingeniosamente lucrativa, fue un monje agustiniano de nombre Augostino Trionfo. En su época (el siglo XIV los Papas gobernaban como monarcas absolutos, tanto respecto al cielo como a la tierra. Mediante su poder de atar y desatar, ellos no sólo establecían y deponían reyes y emperadores, sino que se creía que podían, a discreción, abrir y cerrar las puertas del cielo a la humanidad. El genio de Trionfo extendió esta autoridad, por orden del Papa Juan XXII, a un tercer reino. Von Dollinger explica:

"Se había dicho que el poder del vicario de Dios se extendía sobre dos reinos, el terrenal y el celestial ... Desde fines del siglo XIII se añadió un tercer reino, el imperio gobierno sobre el cual los teólogos de la Curia habían asignado al Papa - el Purgatorio." (J.H. Ignaz von Dollinger, The Pope and the Council (Londres, 1869), pp.186-187)

Una contradicción fatal

Sólo la sumisión ciega a la Iglesia impide que el adherente católico romano vea que la doctrina de Purgatorio contiene una contradicción obvia y fatal. Por una parte, se nos dice que el sacrificio de Cristo no es suficiente para llevar a uno al cielo, pero además de los sufrimientos de Cristo en la cruz, el pecador perdonado debe personalmente sufrir tormento para ser purificado de su pecado. Por la otra, sin embargo, y en contradicción directa, se dice que la misa, la cual es la representación o renovación perpetua del sacrificio de Cristo, reduce (por una cantidad desconocida) los sufrimientos del individuo. Presuntamente, si se oficiaran suficientes misas uno sería purificado por la expiación de todos los pecados sin ningún sufrimiento en absoluto. Por consiguiente, después de todo, uno no debe sufrir para ser purificado.

Si uno realmente tuviera que sufrir antes de que las puertas del cielo pudieran abrirse, la Iglesia no tendría nada que ofrecer y perdería un importante medio de ingreso. Lo mismo sería cierto si el sacrificio de Cristo por el pecado, como la Biblia lo enseña, fuese suficiente para purificar al pecador. Nuevamente, la Iglesia Católica iría a la bancarrota. Por lo tanto, para que la Iglesia siga funcionando con sus cofres llenos, se enseña que uno puede purificarse del pecado por ciertos medios que la Iglesia le puede proveer, y que el sacrificio de Cristo en la cruz no fue suficiente para purificar del pecado, por lo que a la misa, por la cual la Iglesia recibe ingresos, se le puede acreditar la reducción del sufrimiento en el Purgatorio y la apertura de la puerta del cielo. ¡Es asombroso que lo que el sufrimiento de Cristo en la cruz no pudo efectuar, las alegadas repeticiones de ese sufrimiento representadas sobre los altares católicos pueden lograrlo!

Si la "purificación" que nos hace "limpios" ante Dios dependiera del personal sufrimiento de la persona en algún lugar o estado denominado "Purgatorio", entonces la Biblia miente

Escrito está...

"Y a aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría, al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y potencia, ahora y por todos los siglos. Amén.”

(Judas 1:24-25)

"¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios."

(1° Corintios 6:9-11)

" Consumado es "

(Juan 19:30)

"¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?
4.2 EL ALMA

A la luz de lo anterior debería ser inconcebible que el hombre tenga un ‘alma inmortal’ o algún elemento inmortal en su interior por naturaleza. Ahora intentaremos aclarar la confusión que rodea la palabra ‘alma’.

Las palabras hebrea y griega (nefesh y psique, respectivamente) que se traducen como ‘alma’ en la Biblia también se traducen de las siguientes maneras:

cuerpo; aliento; ser; corazón; mente; persona; él mismo

Por lo tanto, ‘alma’ se refiere a la persona, cuerpo o ser. El famoso S.O.S. (‘salven nuestras almas’) significa claramente ¡Sálvennos de la muerte! Por lo tanto el ‘alma’ es ‘usted’, o la suma de todo lo que forma una persona. Por lo tanto, es comprensible que muchas versiones modernas de la Biblia (por ejemplo, la Biblia de Jerusalén) raramente usan la palabra ‘alma’, traduciéndola, en cambio, como ‘usted’ o ‘la persona’. A los animales que creó Dios se les llama "seres vivientes... todo ser viviente" (Gn. 1:20,21). La palabra hebrea que aquí se tradujo como "ser" es "nefesh", que también se traduce como ‘alma’, por ejemplo en Génesis 42:21: "... vimos la angustia de su alma". De modo que el hombre es un ‘alma’, tal como los animales son ‘almas’. La única diferencia entre el género humano y los animales es que el hombre es mentalmente superior a estos; él ha sido creado a imagen de Dios (Gn. 1:27; véase el Estudio 1.2), y algunos hombres son llamados a conocer el evangelio por cuyo intermedio tienen acceso a la esperanza de inmortalidad 2 Ti. 1:10). Con respecto a nuestra naturaleza fundamental y a la naturaleza de nuestra muerte, no hay diferencia entre el hombre y los animales:

"Lo que sucede a los hijos de los hombres, y lo que sucede a las bestias, un mismo suceso es [note el doble énfasis]: como mueren los unos, así mueren los otros... ni tiene más el hombre que la bestia... Todo [es decir, el hombre y los animales] va a un mismo lugar [el sepulcro]; todo es hecho de polvo, y todo volverá al mismo polvo" (Ec. 3:19,20).

El escritor inspirado de Eclesiastés rogó que Dios ayudara a los hombres a darse cuenta de este difícil hecho:

"Que [los hombres] vean que ellos mismos son semejantes a las bestias" (Ec. 3:18).

Por lo tanto, es de esperar que mucha gente encontrará este hecho difícil de aceptar; en verdad, puede ser humillante darse cuenta de que por naturaleza no somos más que animales, viviendo toda la vida los mismos instintos de autopreservación, supervivencia del más apto y procreación. Eclesiastés 3:18 dice que Dios ‘prueba’ al hombre haciéndole ver que no es más que un animal; es decir, aquellos que son suficientemente humildes para ser su verdadero pueblo se darán cuenta de la verdad de esto, pero aquellos que no lo son no pasarán esta ‘prueba’. La filosofía del humanismo – la idea de que los seres humanos son de suprema importancia y valor- se ha difundido silenciosamente en todo el mundo durante el siglo veinte. Es una tarea considerable limpiar nuestro pensamiento de la influencia del humanismo. Las claras palabras de Salmos 39:5 son de ayuda: "Ciertamente es completa vanidad todo hombre que vive". "Ni del hombre que camina es el ordenar sus pasos" (Jer. 10:23).

Una de las cosas más básicas que conocemos es que todos los cuerpos humanos – en verdad todos "los seres vivientes" – finalmente mueren. Por lo tanto, el ‘alma’ muere; es exactamente lo opuesto a algo que sea inmortal. En realidad, de las 754 veces que la palabra hebrea nefesh aparece en las Escrituras, 652 se refieren a la muerte del alma. No es sorprendente que casi un tercio de todos los usos de las palabras traducidas en la Biblia como ‘alma´ se relaciona con la muerte y destrucción del alma. El hecho mismo de que la palabra ‘alma’ se use de esta manera muestra que no puede ser algo indestructible e inmortal:

- "El alma que pecare, esa morirá" (Ez. 18:4).

- Dios puede destruir al alma (Mt. 10:28). Otras referencias a que las almas son destructibles son: Ez. 22:27; Pr. 6:32; Lv. 23:30 (en esta última, la palabra nefesh ha sido traducida, persona).

- Todas las almas que estaban dentro de la ciudad de Hazor fueron muertas por espada (Jos. 11:11; compárese con Jos. 10:30-39).

- "... murió todo ser vivo [psique]" (Ap. 16:3; compárese con Sal. 78:50).

- La palabra hebrea nefesh también es traducida muerto en Números 9:6. Ningún hombre puede detener la muerte de su alma, es decir, su entrada al sepulcro (Sal. 89:48).

- Frecuentemente la ley de Moisés mandaba que toda "persona" (alma) que desobedeciera ciertas leyes debería ser muerta (por ejemplo, Nm. 15:27-31).

- Referencias a que el alma es estrangulada o atrapada con lazos sólo puede tener sentido si se entiende que el alma puede morir (Pr. 18:7; 22:25; Job 7:15).

- Nadie "puede conservar la vida a su propia alma" (Sal. 22:29).

- Cristo "derramó su alma [nefesh] hasta la muerte", de modo que su ‘alma’ o vida, fue hecha un sacrificio por el pecado (Is. 53:10,12).

Que el alma se refiere a la persona o cuerpo y no a alguna chispa inmortal en nuestro interior queda demostrado por la mayoría de los versículos donde aparece la palabra. Algunos ejemplos obvios son:

- "... sangre de las almas" (Jer. 2:34, Biblia de Jerusalén).

- "Si alguno [alma] pecare por haber sido llamado a testificar... y no lo denunciare... asimismo la persona que hubiere tocado cualquiera cosa inmunda... o si alguno [un alma] jurare a la ligera con sus labios... " (Lv. 5:1-4).

- "Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser... Bendice, alma mía, a Jehová... el que sacia de bien tu boca" (Sal. 103:1,2,5).

- Números 21:4 muestra que un grupo de personas puede tener un ‘alma’. Por lo tanto, el alma, no puede referirse a alguna chispa de inmortalidad personal en el interior de cada uno de nosotros.

"Porque todo el que quiera salvar su vida [psique], la perderá, y todo el que pierda su vida [alma] por causa de mí... la salvará" (Mr. 8:35). Esto es prueba suficiente de que el alma no se refiere a ningún elemento espiritual en el interior del hombre; aquí, ‘alma’ (griego, ‘psique’) sólo significa la vida física de uno, que es el modo en que aquí se traduce. Debemos entregar nuestras vidas/almas del mismo modo que el Señor en la cruz, quien "derramó su vida hasta la muerte" (Is. 53:12).

PRINCIPIOS BASICOS DE LA BIBLIA

4.1 LA NATURALEZA DEL HOMBRE

La mayoría de la gente parece dedicar poco tiempo a pensar sobre la muerte, o acerca de su propia naturaleza. Esta falta de autoexamen conduce a una falta de autoconocimiento, y por consiguiente la gente va sin rumbo por la vida tomando sus decisiones de acuerdo a los dictados de sus propios deseos naturales. Existe un rechazo, si bien completamente disimulado, a abordar el hecho de que la vida es tan corta que demasiado pronto el final de la vida estará sobre nosotros. "Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece". "Porque de cierto morimos, y somos como aguas derramadas por tierra, que no pueden volver a recogerse". "Como la hierba que crece en la mañana. En la mañana [nuestra juventud] florece y crece; a la tarde es cortada, y se seca" (Stg. 4:14; 2 Sam. 14:14; Sal. 90:5:6). Moisés, un hombre verdaderamente pensante, reconocía esto y rogaba a Dios: "Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría" (Sal. 90:12). Por consiguiente, en vista de la brevedad de la vida, deberíamos hacer de nuestra adquisición de sabiduría verdadera, la prioridad número uno.

La respuesta del hombre a la terminación de la vida es variada. Algunas culturas han tratado de hacer de la muerte y los funerales, una parte de la vida para aminorar el sentido de pérdida y finalización. La mayoría de aquellos que se hacen llamar ‘cristianos’ han concluido que el hombre tiene en su interior un ‘alma inmortal´ o algún elemento de inmortalidad que sobrevive a la muerte, y que después va a algún lugar de recompensa o castigo. En vista de que la muerte es el problema y tragedia más fundamental de la experiencia humana, se ha de esperar que la mente humana se haya adiestrado para aminorar el impacto mental; por lo tanto, ha surgido una completa gama de falsas teorías referente a la muerte y a la naturaleza misma del hombre. Como siempre, estas se deben verificar con la Biblia a fin de encontrar la verdad genuina acerca de este tema vital. Se debe recordar que la primera mentira registrada en la Biblia es la de la serpiente en el huerto del Edén. Contrario a la clara declaración de Dios de que el hombre ciertamente moriría si pecaba (Gn. 2:17), la serpiente afirmó: "No moriréis" (Gn. 3:4). Este intento por negar la finalidad y totalidad de la muerte ha llegado a ser una característica de todas las falsas religiones. Es evidente que, especialmente en esta área, una falsa doctrina conduce a otra, y a otra, y a otra. A la inversa, una verdad conduce a otra, como se muestra en 1 Co. 15: 13-17. Aquí Pablo salta de una verdad a otra (note los "si... si... si").

Para entender nuestra verdadera naturaleza, necesitamos considerar lo que dice la Biblia acerca de la creación del hombre. El relato está en un lenguaje tan claro que no nos deja duda acerca de lo que exactamente somos por naturaleza (Véase Digresión 18 referente a la realidad literal del Génesis). "Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra... porque de ella [de la tierra] fuiste [Adán] tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás" (Gn. 2:7; 3:19). Aquí no hay absolutamente insinuación alguna de que el hombre tiene alguna inmortalidad inherente; no hay ninguna parte de él que continúe viviendo después de la muerte.

Hay un marcado énfasis bíblico en el hecho de que el hombre está compuesto fundamentalmente de polvo, solamente. "Nosotros [somos] barro" (Isaías 64:8); "El primer hombre es de la tierra, terrenal" (1 Co. 15:47); "cuyos cimientos [del hombre] están en el polvo" (Job 4:19); "y el hombre volvería al polvo" (Job 34:14,15). Abraham admitió que él era "polvo y ceniza" (Gn. 18:27). Inmediatamente después de haber desobedecido el mandato divino en el Edén, Dios "echó, pues, fuera al hombre... [para] que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre" (Gn. 3:24,22). Si el hombre por naturaleza tiene algún elemento inmortal en su interior, esto habría sido innecesario.

LA INMORTALIDAD ES CONDICIONAL

El mensaje del evangelio, reiterado constantemente, es que el hombre puede encontrar un camino para ganar vida eterna e inmortalidad por medio de la obra de Cristo. En vista de que este es el único tipo de inmortalidad que menciona la Biblia, se entiende que la idea de una eternidad de sufrimiento consciente por hechos pecaminosos, no tiene ningún apoyo bíblico. El único modo de ganar inmortalidad es por medio de la obediencia a los mandatos de Dios, y aquellos que son así obedientes pasarán la inmortalidad en un estado de perfección – el galardón de los justos.

Los siguientes pasajes deberían ser prueba suficiente de que esta inmortalidad es condicional, y que no es algo que poseamos por naturaleza:

-"Jesucristo... sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio" (2 Ti. 1:10; 1 Jn. 1:2).

-"Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros [es decir, inherente en vosotros]. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero" [para darle esta "vida eterna"] (Jn. 6:53,54). El razonamiento de Cristo en todo el capítulo 6 de Juan es que él es el "pan de vida", y que sólo por medio de una correcta respuesta a él puede haber alguna esperanza de inmortalidad (Jn. 6:47,50,51,57,58).

-"Dios nos ha dado [a los creyentes] vida eterna; y esta vida está en su hijo" (1 Jn. 5:11). No puede haber ninguna esperanza de inmortalidad para aquellos que no están "en Cristo". Sólo por medio de Cristo se ha hecho posible la inmortalidad; él es el "Autor de la vida [eterna]" (Hch. 3:15), "autor de eterna salvación para todos los que le obedecen" (He. 5:9). Por lo tanto, la inmortalidad para los hombres se originó por medio de la obra de Cristo.

-El verdadero creyente busca la inmortalidad, y será galardonado por esto con el don de la vida eterna, algo que no posee por naturaleza (Ro. 2:7; 6:23; Jn. 10:28). Es necesario que nuestro cuerpo mortal "se vista de inmortalidad" al regreso de Cristo (1 Cor. 15:53); de modo que la inmortalidad es algo prometido, que no se posee actualmente (1 Jn. 2:25).

-Si Cristo no hubiera resucitado entonces quienes han muerto en él perecerían (1 Co. 15:18). De aquí que ellos no tenían ‘almas inmortales’ que fueran galardonadas en el cielo o en el infierno.

-Sólo Dios tiene inmortalidad por naturaleza (1 Ti. 6:16).

domingo, 16 de enero de 2011

PRINCIPIOS BASICOS DE LA BIBLIA

3.2 LA PROMESA EN EL EDÉN

En Génesis capítulo 3 se relata la historia de la caída del hombre. La serpiente fue maldecida por tergiversar la palabra de Dios y tentar a Eva para que desobedeciera. El hombre y la mujer fueron castigados por su desobediencia. Pero surge un rayo de esperanza en este oscuro panorama cuando Dios le dice a la serpiente:

"Pondré enemistad [odio, oposición] entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; esta [la simiente de la mujer] te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar" (Gn. 3:15).

Este versículo encierra una enseñanza múltiple; necesitamos definir cuidadosamente los diversos elementos que ahí se mencionan. Una "simiente" significa un descendiente o hijo, pero también puede ser plural y significar descendientes o hijos. Más adelante veremos que la "simiente" de Abraham era Jesús (Gal. 3:16), pero que si nosotros somos "en" Jesús por medio del bautismo, entonces también somos la simiente (Gal. 3:27-29). Esta palabra "simiente" se refiere también a la idea de esperma (1 P. 1:23); así que una verdadera simiente tendrá las características de su padre.

Por consiguiente, la simiente de la serpiente debe referirse a lo que tiene semejanza familiar con la serpiente:

-distorsiona la palabra de Dios

-miente

-conduce a otros hacia el pecado

En el Estudio 6 veremos que no existe una persona literal que haga esto, sino que es algo en nuestro interior:

-"nuestro viejo hombre" de la carne (Ro. 6:6).

-"el hombre natural" (1 Co. 2:14).

-"el viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos" (Ef. 4:22).

-"el viejo hombre con sus hechos" (Col. 3:9).

Este "hombre" de pecado que está dentro de nosotros es el "diablo" de la Biblia, la serpiente.

La simiente de la mujer había de ser una persona específica: "Tú [la serpiente] le herirás en el calcañar" (Gn. 3:15). Esta persona había de destruir para siempre a la serpiente, es decir al pecado: "te herirá en la cabeza". Pegarle a una serpiente en la cabeza es asestarle un golpe mortal, en vista de que su cerebro está en su cabeza. La única persona como probable candidato para simiente de la mujer tendría que ser el Señor Jesús:

-"Jesucristo, el cual [por medio de la cruz] quitó la muerte [y por lo tanto el poder del pecado – Ro. 6:23] y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio" (2 Ti. 1:10).

-"Dios, enviando a su hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó el pecado en la carne", es decir, al diablo de la Biblia, la serpiente (Ro. 8:3).

-Jesús "apareció para quitar nuestros pecados" (1 Jn. 3:5).

-"Llamarás su nombre Jesús [que significa ‘salvador’], porque él salvará a su pueblo de sus pecados" (Mt. 1:21).

Jesús fue literalmente "nacido de mujer" (Gal. 4:4). Era hijo de María, aunque su Padre fue Dios. En este sentido, él fue también la simiente de la mujer, pero no la simiente del hombre, puesto que no tuvo padre humano. Esta simiente de la mujer había de ser herida temporalmente por el pecado, la simiente de la serpiente: "Tú le herirás en el calcañar" (Gn. 3:15). La mordida de una serpiente en el talón es normalmente una herida temporal en comparación con el daño irreparable en una serpiente al golpearle en la cabeza. Muchas figuras de dicción tienen raíces bíblicas: ‘Golpearlo en la cabeza’ (es decir, detener o terminar algo por completo) probablemente se basa en esta profecía acerca de Jesús quien golpeó a la serpiente en la cabeza.

La condenación del pecado, la serpiente, ocurrió mediante el sacrificio de Cristo en la cruz; note cómo los versículos ya citados hablan de la victoria de Cristo sobre el pecado en tiempo pasado. Por lo tanto, la herida temporal que Jesús sufrió en el talón es una referencia a su muerte por tres días. Su resurrección demostró que ésta fue sólo una herida temporal en comparación con el golpe mortal que él dio al pecado. Es interesante notar que registros históricos extrabíblicos indican que a las víctimas de crucifixión se les clavaba a la estaca de madera atravezándoles los talones. De este modo, Jesús fue ‘herido en el talón’ mediante su muerte. En Isaías 53:4,5 se declara que Cristo fue "herido de Dios". Esto alude claramente a la profecía de Génesis 3:15 de que Cristo sería herido por la serpiente. Sin embargo, finalmente Dios aprovechó el mal que Cristo enfrentó, por lo que a Él se le describe aquí como el ejecutor del padecimiento (Is. 53:10), debido a que él controló las fuerzas del mal que hirieron a su hijo. Así Dios se vale también de las malas experiencias de cada uno de sus hijos.

EL CONFLICTO HOY DÍA

Pero quizás usted podría hacerse la siguiente pregunta: "Si Jesús ha destruido al pecado y la muerte (la serpiente), ¿por qué todavía se hallan presentes? La respuesta es que en la cruz Jesús destruyó el poder del pecado en sí mismo; la profecía de Génesis 3:15 se refiere fundamentalmente al conflicto entre Jesús y el pecado. Esto significa que debido a que él nos ha invitado a compartir su victoria, nosotros también podemos finalmente conquistar el pecado y la muerte. Por supuesto, aquellos que no son invitados a compartir su victoria, o que declinan el ofrecimiento, deberán inevitablemente experimentar el pecado y la muerte. Aunque el pecado y la muerte son también experimentados por verdaderos creyentes, mediante su relación con la simiente de la mujer al bautizarse en Cristo (Gal. 3:27-29), pueden tener el perdón de sus pecados y, por lo tanto, finalmente pueden ser salvos de la muerte, la cual es el resultado del pecado. De este modo, en perspectiva, Jesús "quitó la muerte" en la cruz (2 Ti. 1:10), aunque no será sino hasta que el propósito de Dios para con la tierra se haya completado al fin del milenio, que la gente dejará de morir; cuando la muerte jamás volverá a existir en la tierra: "Porque preciso es que él reine [en la primera parte del reino de Dios] hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies. Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte" (1 Co. 15:25,26).

Si somos "bautizados en Cristo", entonces las promesas referentes a Jesús, como aquella de Génesis 3:15, se vuelven personales para nosotros; dejan de ser sólo partes interesantes de la Biblia; ¡son profecías y promesas que también nos incluyen a nosotros! Aquellos que se han bautizado correctamente en Cristo mediante la inmersión en el agua, toman parte en su muerte y resurrección, simbolizados en el momento en que salen del agua (véase Ro. 6:3-5).

Si verdaderamente estamos en Cristo, entonces nuestra vida reflejará las palabras de Génesis 3:15; dentro de nosotros habrá un constante sentido de conflicto ("enemistad") entre el bien y el mal. El gran apóstol Pablo describió un conflicto casi esquizofrénico entre el pecado y su verdadero yo que luchaban dentro de él (Ro. 7:14-25).

Después del bautismo en Cristo, este conflicto con el pecado que se halla naturalmente dentro de nosotros, debiera aumentar y continuar así durante todos nuestros días. En un sentido es difícil porque el poder del pecado es fuerte. Pero en otro sentido no lo es, en vista de que estamos en Cristo, quien ya ha luchado y ganado el conflicto.

La primera simiente de la serpiente fue Caín. A diferencia de la serpiente, la cual no tenía entendimiento moral, Caín entendía lo que era la verdad y lo que era la mentira, y entendió lo que Dios requería de él; pero él prefirió seguir el pensamiento de la serpiente que lo condujo a matar y mentir.

En vista de que los judíos fueron el pueblo que verdaderamente dio muerte a Jesús, es decir, hirieron a la simiente de la mujer en el talón, se supone que ellos fueron los principales ejemplos de la simiente de la serpiente. Juan el Bautista y Jesús confirmaron esto:

"Al ver él [Juan] que muchos de los fariseos y de los saduceos [el grupo de judíos que condenó a Jesús] venían a su bautismo, les decía: ¡Generación de [es decir, engendrados o creados por] víboras [serpientes]! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera?" (Mt. 3:7).

"Sabiendo Jesús los pensamientos de ellos [los fariseos], les dijo: ¡Generación de víboras! Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos?" (Mt. 12:25,34).

El mundo tiene estas mismas características de la serpiente. Sólo aquellos bautizados en Cristo toman parte en la simiente de la mujer; todos los demás, en diversos grados, son la simiente de la serpiente. El modo en que Jesús trató a la gente que era la simiente de la serpiente, debe servirnos de ejemplo:

-Aunque les predicó en un espíritu de amor y verdadero interés,

-No permitió que ellos le influenciaran con sus costumbres y formas de pensar, y

-les mostró el carácter amoroso de Dios por la manera en que vivió.

No obstante, por todo esto ellos le odiaron. Su esfuerzo por ser obediente a Dios los puso celosos. Incluso su familia (Jn. 7:5; Mr. 3:21) y amigos cercanos (Jn. 6:66) le pusieron obstáculos y algunos hasta se alejaron físicamente de él. Pablo sufrió la misma experiencia cuando se lamentó ante aquellos que hasta entonces habían permanecido con él en la buena y en la mala fortuna:

"¿Me he hecho, pues, vuestro enemigo, por deciros la verdad?" (Gál. 4:14-16).

La verdad nunca es popular; conocerla y practicarla como debiéramos, siempre nos creará alguna forma de problema, incluso podría resultar en persecución:

"Pero como entonces el que había nacido según la carne perseguía al que había nacido según el Espíritu [ por el verdadero conocimiento de la palabra de Dios – 1P. 1:23.], así también ahora" (Gal. 4:29).

"Abominación es a los justos el hombre inicuo; y abominación es al impío el de caminos rectos" (Pr. 29:27). Hay un antagonismo mutuo entre el creyente y el mundo.

Si estamos verdaderamente unidos con Cristo, debemos experimentar algo de sus sufrimientos para que también podamos participar en su glorioso galardón. De nuevo, Pablo nos pone en esto un ejemplo incomparable:

"Por tanto, todo lo soporto... Palabra fiel es esta: Si somos muertos con él [con Cristo], también viviremos con él; si sufrimos [con él], también reinaremos con él..." (2 Ti. 2:10-12).

"Si a mí [Jesús] me han perseguido, también a vosotros os perseguirán... todo esto os harán por causa de mi nombre" (Juan 15:20,21), es decir, debido a que estamos bautizados en el nombre de Jesús (Hch. 2:38; 8:16).

Ante versículos como estos es tentador razonar así: "Si eso es todo lo que me espera por estar unido a Jesús, la simiente de la mujer, prefiero abstenerme". Pero, por supuesto, nunca se nos pedirá que suframos algo que no podamos soportar. Aunque definitivamente se nos requiere abnegación para unirnos plenamente con Cristo, nuestra unión con él resultará en un galardón tan glorioso "que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse" (Ro. 8:18). Y aun ahora, su sacrificio permite que nuestras oraciones en las que pedimos ayuda frente a los traumas de la vida sean especialmente poderosas ante Dios. Y añada a esto la siguiente gloriosa seguridad:

"Fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar" (1 Co. 10:13).

"Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo" (Jn. 16:33).

"¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?" (Ro. 8:31).

LA BIBLIA Y EL PAPA ROMANO, II PARTE

El Papa Debería estar Predicando el Evangelio Eterno,

Cumpliendo así la Comisión Dada a la Iglesia:

Como antes ya señaláramos, el Evangelio es el evento del Calvario. Es el medio por el cual Dios consuma Su propósito de convivencia eterna con Sus criaturas al fin de los tiempos de este siglo (véase Efesios 1:10). En el Evangelio alcanzamos libertad de condenación, así lo declara Pablo: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús...” (Ro. 8:1). El Evangelio es el acto reconciliador de Dios en Cristo, (2 Co. 5:19). Por lo tanto: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Ro. 5:1). Esa paz que el Evangelio provocó para con Dios es la misma paz a la cual Cristo se refirió cuando dijo: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da...” (Jn. 14:27). Nótese cómo Cristo establece una diferencia entre la paz del mundo y la paz que Él nos deja. Ciertamente que la paz del mundo es algo realmente inalcanzable. El hombre siempre estará en guerra consigo mismo y con Dios. La paz es realmente un atributo del Nuevo Siglo. Por lo tanto, predicar el Evangelio es la única forma verdadera de buscar paz para con Dios y guerra para con el mundo y sus intereses: “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción, pero confiad, yo he vencido al mundo” (Jn. 16:33). Cristo, Su Evangelio y Su amor perdonador, constituyen la verdadera paz. El que acepta esa bendita esperanza, vive consecuentemente en paz con los demás, pero el que no cree rechaza esa perspectiva en que Dios le ha colocado, y no tendrá paz nunca; por el contrario, como dijo el apóstol: “...cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina...” (1 Ts. 5:3).

Es ese glorioso Evangelio Eterno lo que da sentido y razón de ser a la Iglesia y al ministerio. Aparte del Evangelio, lo que queda es humana ruina, obscuridad y tinieblas. Predicar el Evangelio significa anunciar el reino venidero y un cielo nuevo donde moran la paz y la justicia (véase Segunda de Pedro 3:13). El Evangelio no consiste en lo que se ha hecho en nosotros ahora, sino que es lo que Dios ha hecho por nosotros en Cristo.

El ministerio Papal obviamente no se caracteriza por hablar de paz y de justicia eterna, sino mas bien por hablar de paz y justicia en el presente. Se trata de persuadir a los reyes y gobernantes de la tierra para que alcancen aquello que la Biblia señala y dice que no se alcanzará, sino que, por el contrario, empeorará a tal punto, que si los días no fueran acortados, ninguna carne se salvaría (véase Mateo 24:22).

No es, como piensan algunos, que pretendamos rehuir nuestra responsabilidad para con la sociedad. Es que, sencillamente, queremos y debemos colocar las cosas en el claro orden en que la Palabra de Dios las coloca, pues invertir ese orden es realmente catastrófico en términos eternos que es, al fin, lo que cuenta. La exhortación de Cristo fue: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mt. 6:33).

El mejor favor que le podría hacer este rey (el Papa) al mundo sería el de dar un viraje radical en su predicación y ponerse a promover el reino venidero en sus “famosas” homilías. También podría hablar menos de justicia y equidad y, como dice Pedro, colocarse en posición de ejemplarizar con hechos y no con dichos, sus propuestas. Muy bien que podría conducirse con un mayor grado de humildad y vivir como Cristo, pobremente. Por proponer, nadie nunca se ha afectado, por eso los políticos proponen tanto y tanto, pero “del dicho al hecho hay mucho trecho”. Los únicos que realmente se afectan proponiendo son los predicadores del Evangelio, porque como dice el gran apóstol: “Y también todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución” (2 Ti. 3:12).

Realmente la teología católico-romana se caracteriza porque durante el transcurso de la historia eclesiástica ha rechazado el Evangelio objetivo, histórico y universal que predicaron hombres como Pablo, Lutero, Melanchton y otros. Roma siempre ha pretendido colocar las obras del creyente como causa de salvación. A pesar de las diferencias doctrinales que ciertamente existían entre los reformadores del siglo XVI, ellos también llegaron unánimes a la aceptación de la gran verdad del Evangelio o de la justicia que es por la fe sola. Llegaron también a la conclusión de que si el Papa se oponía a esta verdad central y proponía la salvación por la fe más las obras (como todavía se hace), entonces el Papa era el anticristo.

Concluimos, pues, que visto y evaluado desde todos los aspectos, ni el Papa, ni la Curia romana predican el Evangelio Eterno, y sí otro evangelio. Por tanto, acojámonos al consejo de Pablo que aparece en Gálatas 1:8, y que dice: “Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema”.

Conclusión

Si los anteriores argumentos aún no han convencido al lector de que el Papa romano es el anticristo, dirijamos ahora nuestra atención hacia la más grande profecía bíblica, me he referido a la profecía sobre la cuarta bestia de Daniel que aparece en el capítulo siete de su libro.

Si deseamos descubrir cuál es el poder representado por la bestia de Daniel 7:7 es necesario resumir todas las características que la Biblia señala sobre ese poder y luego acudir a la historia para ver qué poder reúne todas y cada una de ellas. Las características ofrecidas por Daniel en su libro, por Pablo y por Juan el vidente de Patmos, son las siguientes:

1) Un hombre que habla elocuentemente (Daniel 7:8):
¿Podrá alguien dudar que esta característica identifique o señale claramente a los pontífices romanos y, en especial, al políglota Juan Pablo II?

2) Derriba tres reyes para alcanzar el poder absoluto (Daniel 7:24):
También el rey Papal satisface este señalamiento, pues la historia del origen Papal nos dice que los hérulos, los vándalos y los ostrogodos, quienes se oponían a la elección del obispo romano como Papa, fueron sometidos por la fuerza bélica y cayeron delante de él tal como dice la profecía.

3) A los santos del Altísimo quebrantará (Daniel 7:25):
No puede existir la menor duda respecto al cumplimiento de este señalamiento. La historia es nuestro dictador y, por lo tanto, nadie puede negar que el rey romano está aquí también aludido. Las matanzas, las guerras, y las inquisiciones fueron métodos que caracterizaron a este poder religioso.

4) Pensará en mudar los tiempos y la ley (Daniel 7:25):
Es obvio que Daniel se refiere a la ley de Dios, pues la ley de los hombres es susceptible de ser cambiada por estos. Así las cosas, tenemos, pues, que el único poder en la historia que se ha proclamado con autoridad suficiente para alterar la ley de Dios, ha sido el poder eclesiástico romano con el Papa como director absoluto. Antíoco Epífanes, a quien la Iglesia Católica señala como la cuarta bestia de Daniel 7:7, nunca intervino con la ley moral de Dios, por lo tanto, no satisface este señalamiento bíblico, y hay que descartarlo como tal.

Antíoco, fue un rey que perteneció a la tercera bestia de Daniel 7:6, el Imperio griego, el cual se dividió en cuatro reinos (cuatro cabezas como señala la profecía), siendo este (Antíoco) un descendiente de Seleuco, (uno de los generales que participó de esta división, ocurrida a raíz de la muerte de Alejandro Magno). Por lo tanto, si Antíoco está señalado bajo la tercera bestia, no puede pertenecer a la cuarta bestia —que es un reinado distinto, al estar envuelto en ese simbolismo un aspecto religioso (que sí lo hace distinto, tal y como lo enfatiza en la profecía)—. Esta especificación de Daniel 7:25, sin lugar a dudas, es una alusión al rey Papal con carácter de exclusividad y no puede aplicarse a ningún otro poder político per se.

5) Con sagacidad hará prosperar el engaño (Daniel 8:25):
Se necesita ser astuto o sagaz para llegar a alcanzar el poder y el reconocimiento que estos señores han alcanzado en el transcurso de la historia. ¿Pero cómo es posible que el engaño haya prosperado tanto y tanto en su mano de tal forma que “...se maravilló toda la tierra en pos de la bestia”? (Ap. 13:3).

6) En su corazón se engrandecerá (Daniel 8:25):
Es sumamente sencillo corroborar esta especificación. El “Pontífice” romano realmente se cree santo, siendo ello contrario a lo declarado por el Altísimo en Su Palabra, quien por medio de Su apóstol nos dice: “Como está escrito: No hay justo, ni aun uno [...] por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia...” (Ro. 3:10, 23-24). El Papa permite que se le arrodillen al frente y le besen el anillo; sin embargo, Pedro, dis que su antecesor, no lo permitía (véase Hechos 10:25-26 al respecto).

7) Con paz destruirá a muchos (Daniel 8:24-25):
La paz ha sido siempre el continuo estribillo Papal, pero no la paz del Evangelio, sino la paz temporal, como ya hemos señalado anteriormente. Esta especificación es también satisfecha a cabalidad por la figura histórica que nos ocupa. Las guerras y persecuciones destructivas que este poder ha desencadenado alentando a otros a que peleen por él, han sido ya señaladas por la historia. Daniel dice que se fortalecería, mas no con fuerza propia (8:24). ¡Que claro!, ¿verdad?

8) Objeto de culto:
veamos ahora una extraordinaria característica que el apóstol Pablo señala refiriéndose a este personaje: “...el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios” (2 Ts. 2:4). Obviamente, la oposición aquí señalada no es una abierta, sino de carácter sutil y soterrada, puesto que evidentemente suplanta a Dios. El vocablo “anticristo” lleva la idea de uno que aunque pretende suplantar a Cristo, lo hace no para canalizar la obra del Señor, sino más bien para distorsionarla y desviarla sin darse a conocer. Es ese el mismo método que señala en otra escritura el apóstol, y que caracteriza a Satanás y a sus ministros; veámoslo: “Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz. Así que, no es extraño si también sus ministros se disfrazan como ministros de justicia, cuyo fin será conforme a sus obras” (2 Co. 11:14, 15).

Te exhortamos para que investigues aquello que claramente Dios ha revelado en su Palabra, que es la BIBLIA. No te permitas ser una víctima más del engaño tradicional representado por el catolicismo romano. Debo señalar enfáticamente que podríamos continuar por mucho tiempo evaluando las doctrinas de esa denominación y ni siquiera encontrar una que armonice con la clara Palabra de Dios redactada en la Biblia. Sin embargo, nos conformamos con haberles traído dos de las más connotadas distorsiones que ha atado Roma en su pretensión soterrada de combatir a Dios. El principio de acercamiento a Dios que la Escritura declara con simpleza y claridad meridiana es el objetivo método de la dependencia en nuestro representante y Salvador. El Señor Jesucristo pagó el precio de nuestra participación hace ya casi dos mil años, cuando dio su vida en pago por la de todos los que deseen, por la fe, pasar a formar parte de ese glorioso Nuevo Siglo que está por manifestarse. Es ese el único principio que nos lleva a la vida eterna; mientras que Roma ha pretendido alterar la base de nuestra salvación declarando en el Concilio de Trento que el hombre es salvado por la fe más la conducta personal. Estamos de acuerdo en que el hombre de fe se conduce relativamente bien, pero no podemos estar de acuerdo en que al momento de la salvación esa conducta cuente. ¡Jamás! El apóstol Pablo termina su ponencia en el capítulo 3, versículo 28 de Romanos, del siguiente modo: “Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley.” Nótese que Pablo llega a una conclusión irrebatible. Esta diferencia podría parecer algo irrelevante o sin trascendencia, sin embargo, le advierto al amigo lector que la aceptación del método romano de acercamiento a Dios (fe más obras) trae la muerte como consecuencia, pues dirige a la autosuficiencia, al ensoberbecimiento y a la neutralización de la única y exclusiva acción por parte del hombre para alcanzar la vida eterna, que es la total y absoluta dependencia en Cristo. Así de trascendente es este asunto, por eso, Daniel, al señalar este barbarismo en su profecía lo llama un asunto de bestial magnitud.

Hemos presentado, además, ante vuestra consideración, la triste realidad de que la silla Papal no fue establecida por Dios, sino que constituye mas bien una posición creada por los hombres en la historia. Cristo nunca nombró a Pedro su vicario. El obispo de Roma “corrió” y hoy por hoy como “Papa” se ha constituido en un símbolo de opulencia terráquea. El humilde carpintero de Galilea solía decir: “Mi reino no es de este mundo”; y decía, además: “El hijo del hombre no tiene ni en qué reclinar su cabeza.”

Estás advertido: Seguir un sistema despótico que ha llegado a la tortura de sus perseguidos es seguir un camino de muerte. El torturador inicial, Don Inocencio III, constituye una socarronería literaria. ¿Cómo es posible que le llamaran Inocencio a un señor tan pervertido? Si yo fuese miembro de esa iglesia, mañana mismo saldría corriendo y me apartaría de esa ideología malsana, daría un viraje de noventa grados para seguir al Señor Jesús y sus principios de nobleza, equidad, justicia y humildad. ¡Diría con Cristo: “Sed como yo que soy humilde y manso de corazón”! Esa es la bandera que queremos enarbolar, la bandera ensangrentada, símbolo del Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Hemos dejado la bestia de Daniel 7 al descubierto.

sábado, 15 de enero de 2011

OJO

LA BIBLIA Y EL PAPA ROMANO I PARTE

Un Análisis Bíblico de la Figura Papal

El Señor Jesús vino a este mundo para humillarse y así pagar por nuestros pecados (véase Filipenses 2:1-11 para poder entender esta aseveración). Dijo Cristo: “Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas la potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros, será vuestro servidor. [...] como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir” (Mt. 20:25-26 y 28). Ello implica que el verdadero discípulo tendrá que seguir ese mismo proceso de humillación-exaltación, pues escrito está que: “...cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido” (Lc. 18:14). Es, pues, necesario que en este siglo nos humillemos para que en el siglo venidero seamos exaltados con Cristo. Obviamente, el mal llamado “Santo Padre” altera ese orden enalteciéndose en este siglo, razón por la cual será humillado en el siglo venidero, conforme a la declaración hecha por Jesús. Siendo que el Papa no está pasando por ese proceso de humillación ahora en este siglo presente, y más bien está siendo exaltado por el mundo, a tal punto que se le llama “el Santo Padre”, “Príncipe de la Iglesia”, “Sumo Pontífice”, etc., hemos de concluir que no anda tras las pisadas de aquel que dijo: “El discípulo no es más que su maestro, ni el siervo más que su Señor...” (Mt. 10:24). Hagamos una breve comparación de Cristo y el Papa y veremos que son polos opuestos. Veamos:

1) Cristo, pobre _ el Papa, opulente.

2) Cristo, sin posición social _ el Papa, exaltado como príncipe de este mundo.

3) Cristo, totalmente accesible _ el Papa totalmente inaccesible.

4) Cristo, dependía para todo de Dios _ el Papa, de la Guardia Suiza, y el papamóvil.

5) Cristo, siempre entre los pobres _ el Papa con los reyes y los ricos de este mundo

6) Cristo, siempre rechazado y perseguido _ el Papa, aclamado y amamantado.

7) Cristo apolítico _ el Papa, el más grande político.

Sin lugar a dudas que el Papa no cumple con este fundamental requisito de humillación-exaltación, por lo tanto, no es un legítimo y fiel seguidor del Maestro. Eso lo constituye en un falso representante de Cristo, más aún, en un anticristo.

Roma Reclama que el Apóstol Pedro fue dis que el Primer Papa

El vaticano señala que cuando Cristo dijo: “Y yo también te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia...” se está colocando a Pedro como el primer Papa. Analicemos la siguiente lectura: “Viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas. El les dijo: Y vosotros ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos” (Mt. 16:13-19). No es necesario que seamos intelectuales ni altamente preparados para darnos cuenta, por el contexto, que Cristo no se refiere a Pedro propiamente como la roca sobre la cual se sostendría la Iglesia, sino a la declaración que este hace señalándole a Él (a Cristo) como el enviado Hijo de Dios y Salvador de los hombres. De Cristo haberse referido a Pedro como la roca o el fundamento de la Iglesia, hubiese dicho: “sobre esa roca edificaré mi iglesia” y no “sobre esta roca”. Si la Iglesia hubiese estado fundamentada sobre Pedro, esta se habría desmoronado cuando Pedro negó a su Maestro tres veces (véase Mateo 26:69-75). Pablo señala que Cristo (y no Pedro) es el fundamento de la Iglesia; veamos: “Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo” (1 Co. 3:11). Cuando Cristo le señala tres veces a Pedro que apaciente Sus ovejas, lo que hace es confirmándolo como uno de los apóstoles, ya que Pedro le había negado (también tres veces); razón esta por la cual Pedro se entristece; veamos: “Le dijo la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez: ¿Me amas? y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas” (Jn. 21:17). ¡Clarísimo! No puede verse de otra manera. Es evidente que Cristo lo que hizo fue recordarle su negación. Si lo estuviera nombrando Papa lo menos que haría Pedro sería entristecerse. Por consiguiente, la expresión antes mencionada: “a ti daré las llaves del reino de los cielos” que Cristo pronunció al dirigirse a Pedro, es, sin lugar a dudas, de carácter representativo, pues en otra escritura de Mateo, específicamente en el capítulo 18 y versículo 18, Cristo, dirigiéndose a todos los discípulos, les dice: “De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desataréis en la tierra, será desatado en el cielo.” Es evidente, pues, que si ellos ataban y desataban, lo hacían porque también tenían las llaves para hacerlo.

Es necesario que entendamos que las llaves son un mero símbolo de la autoridad que le es conferida al ministerio verdadero, constituido por aquellos a quienes Dios les ha revelado la verdad del Evangelio. Cristo, lo que realmente hizo con Pedro fue confirmar lo que ya había hecho el Padre, a saber: haberle revelado la verdad del Evangelio, que es Cristo mismo. Por eso el Señor dijo: “Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos” [entiéndase que no se lo reveló ningún hombre, sino el Espíritu Santo] (Mt. 16:17). Por consiguiente, aquellos a quienes les es revelado el Evangelio Eterno, le son conferidas las llaves para atar y desatar. Hemos de recordar que Dios no confiere dones a los hombres para que estos se ensoberbezcan y entronicen, sino para que cumplan con los propósitos de Dios de edificar la Iglesia que habrá de prevalecer por el Evangelio (véase Primera de Corintios 15:1-2).

De Pedro haber sido nombrado “Papa” o jerarca de la Iglesia, el apóstol Pablo lo hubiese sabido, y sería imperdonable que cuando enumera en Efesios los dones ministeriales que Cristo otorgó a la Iglesia pase por alto el primer y más alto rango ministerial que sería el de Papa; leamos: “Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (Ef. 4:11-12). Claro, ¿verdad? Y, más aún, de existir dicho nombramiento o posición, Pedro mismo hubiese estado enterado de su selección y no hubiese tolerado que Pablo, el más pequeño de los apóstoles, como él mismo declara, le llamase “hipócrita”, como lo llamó. Pablo dice que le resistió a Pedro cara a cara porque este (Pedro) enseñaba la circuncisión, negando así la verdad del Evangelio, por lo cual era de condenar (véase Gálatas 2:11-16 al respecto). El mismo apóstol Pedro dice: “Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo...” (1 P. 5:1). Nótese cómo el apóstol se coloca a un mismo nivel que los demás y señala que lo que lo hace distinto no es un primado, sino el hecho de que fue testigo ocular de los padecimientos de Cristo.

Es obvio que a la luz de la Escritura la Iglesia primitiva no era regida por Pedro, sino por el Concilio de Jerusalén. (Véase Hechos 15:1-4) para que confirméis esta aseveración.)

No hay lugar a dudas, el reclamo de Roma de que Pedro fue el primer Papa no tiene fundamento bíblico alguno. Por lo tanto, están señalando un falso hecho, y eso los constituye en falsos representantes de Cristo; el Papa, el primero entre ellos.
continuara........................

DOCTRINA BASICA CRISTIANA

¿PARA QUÉ DEBEMOS CONOCER LA DOCTRINA CRISTIANA BÁSICA?

LECTURA DEVOCIONAL: I Timoteo 1:1-11.

TEXTO PARA MEMORIZAR: II Timoteo 3:16-17.

LECTURAS DIARIAS

LUNES: Hechos 2:36-42.

MARTES: Efesios 4:8-14.

MIÉRCOLES: II Tesalonicenses 2:13-15.

JUEVES: I Timoteo 1:1-10.

VIERNES: I Timoteo 1:11-20.

SÁBADO: II Timoteo 3:12-17.

DOMINGO: I Timoteo 4:1-8.

PROPÓSITO

Enfatizar la importancia de la doctrina en la iglesia.

El conocimiento intelectual de la doctrina cristiana no salva. Lo que sí salva es la experiencia de nacer de nuevo por medio de recibir a Jesucristo como Salvador y Señor personal, creyendo que su sacrificio expiatorio en la cruz es el pago suficiente para la salvación de todo aquel que cree, (Juan 3:1-21).

La doctrina nos sirve para determinar si Jesucristo y el plan de salvación que presenta cierta iglesia o grupo, literatura, película, himno, curso o movimiento, son los mismos que enseña la Palabra de Dios. Muchos cristianos sinceros, pero ingenuos, creen que cada vez que se menciona a Jesucristo, se trata del mismo que describen los evangelios. Pero no siempre es así. Debemos aprender a reconocer al Jesucristo bíblico, de entre las diferentes concepciones de Él, que nos presentan las diferentes sectas del cristianismo. El Jesucristo del evangelio bíblico original es muy diferente del Jesucristo de los mormones, del Jesucristo de los Testigos de Jehová, el de los moonies, el de los gnósticos, del de la Nueva Era, y del Jesucristo de las diferentes sectas.

La salvación se obtiene al aceptar al Jesucristo de Nazaret, a quien describe la Biblia como el Hijo de Dios; coexistente con el Padre y el Espíritu Santo por la eternidad; quien se hizo hombre al nacer de la virgen María por obra del Espíritu Santo; quien es Dios eterno y hombre perfecto; quien padeció, murió y resucitó al tercer día, ascendió a los cielos, se sentó a la diestra del Padre; donde intercede por nosotros y desde donde volverá para resucitar a sus redimidos, a juzgar a las naciones, a reinar en la tierra por mil años, a juzgar a los muertos impíos, a poner a todos sus enemigos bajo sus pies; y finalmente entregar el reino a Su Padre por la eternidad.

I. LA SANA DOCTRINA BIBLICA NOS SIRVE PARA:

Guardarnos de no incluir en nuestra fe y prácticas, elementos que no estén debidamente basados en las Sagradas Escrituras.

Responder a los de otras creencias que nos demandan razón de nuestra fe, al comparar lo que ellos creen con lo que creemos.

Discipular debidamente a quienes llegan a nuestra iglesia después de años de esclavitud en el ateísmo o las religiones.

Reconocer si las enseñanzas en la televisión, radio, himnos, literatura, predicaciones, etc., tienen bases bíblicas o no.

II. ¿QUÉ ES LA DOCTRINA CRISTIANA?

Es el conjunto de principios o enseñanzas sobre fe y práctica, en los cuales se basa la institución de la Iglesia, basados estrictamente en la Palabra de Dios, revelada a nosotros por el Espíritu Santo. II Timoteo 3:16, dice: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra”.

III. ¿QUÉ DICE LA BIBLIA SOBRE LA SANA DOCTRINA EN LAS IGLESIAS?

1. Los discípulos permanecían en los principios básicos”.
Hechos 2:42, “Perseveraban en la doctrina de los apóstoles”.

2. Pablo aconseja ser firmes en lo que creemos:
Efesios 4:14, “Para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error”.

3. Pablo aconseja retener lo enseñado por él:
II Tesalonicenses 2:15, “Retened la doctrina que habéis aprendido, sea por palabra, o por carta nuestra”.

4. Pablo dejó a Timoteo en Éfeso para preservar la sana doctrina:
I Timoteo 1:3, “Para que mandases a algunos que no enseñen diferente doctrina”.
I Timoteo 3:14, “Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quien has aprendido”.

5. La ley fue dada para sujetar a los desobedientes:
I Timoteo 1:10, “Y para cuanto se oponga a la sana doctrina”.

6. El Espíritu reveló en la Palabra que:
I Timoteo 4:1, “En los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios”.

7. Se profetizó sobre tiempos peligrosos:
II Timoteo 4:3, “Cuando no sufrirán la sana doctrina, sino teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias”.

8. Un buen ministro de Jesucristo está:
I Timoteo 4:6, “Nutrido con las palabras de la fe y de la buena doctrina”.

9. Pablo recomienda a su discípulo, el joven Timoteo:
I Timoteo 4:16, “Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyen”.

10. Pablo aconseja a Tito:
Tito 2:1, “Tú habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina”.

11. El autor de Hebreos aconseja:
Hebreos 13:9, “No os dejéis llevar de doctrinas diversas”.

12. El apóstol Juan también advierte:
II Juan 9, “Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo”.

IV. LA DOCTRINA DEBE BASARSE ESTRICTAMENTE EN LAS ESCRITURAS

1. Las Sagradas Escrituras son inspiradas por Dios
II Timoteo 3:16, “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra”.

2. Son inspiradas por el Espíritu Santo
II Pedro 1:20, 21, “Ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo”.
 Pedro 1:10,11, “Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación, escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos”.

3. No debe agregárseles ni quitárseles nada
Apocalipsis 22:18,19, “Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro”.

Aquí se nos prohíbe alterar el texto mismo de la Biblia, e igualmente tener como autoridad otros libros, cuyos autores pretenden haber recibido por revelación de Dios. La revelación escrita terminó con Apocalipsis 22:21.

4. Hay que recordar las siguientes reglas

a. El autor de la Biblia, el Espíritu Santo, es su mejor intérprete. El debe guiar todo estudio sincero de ella. También la Biblia misma es el segundo mejor intérprete: lo que no está muy claro en un pasaje, se clarifica más adelante en otros pasajes, o debe interpretarse a la luz de todo el contexto general de ella.

b. Es una norma de la hermenéutica, o conjunto de reglas para la interpretación bíblica, que ninguna doctrina debe basarse en un solo versículo aislado. Para aceptar una doctrina, debe aparecer por lo menos en tres pasajes diferentes de la Biblia.

c. Ninguna revelación que pretenda ser de Dios puede contradecir lo que ya se ha revelado en las Sagradas Escrituras.

V. LA DOCTRINA AFECTA LA VIDA PRACTICA

La doctrina afecta la vida práctica diaria. Si la doctrina es sana, sus seguidores tendrán una vida equilibrada, irradiando luz que atrae y que habla acerca de Dios a quienes lo busquen. Si la doctrina es torcida, la vida de las personas será rara y desbalanceada, y creará dudas y confusión a quienes buscan respuesta para sus problemas.

Ejemplo 1:
Los “Amigos” creemos que Dios sana el cuerpo haciendo milagros, y que también sana a través de la medicina científica que Él ha revelado a los hombres. Oramos por milagros de sanidad de nuestras enfermedades y las de otros; y también usamos el consejo médico y las medicinas farmacéuticas, esperando que Dios obre de acuerdo con Su voluntad.

Ahora, algunos enseñan que sólo debemos orar y esperar un milagro y, además, condenan el uso de la medicina científica. Cuando el creyente consulta a un médico, o intenta usar remedios químicos o naturales, entra en un conflicto de conciencia, pues se espera que su fe sea el único medio para obtener sanidad. Si también se le enseña que toda enfermedad sin excepción debe ser sanada, y que todo depende de su fe, en el caso de no curarse así, se le acusará de que no tiene la suficiente fe para alcanzar salud. Esta presión puede deprimirlo y agravar su situación.

Cuando un adulto decide no tomar medicina, él sufrirá por su propia elección. Pero cuando los niños o ancianos muy enfermos, que dependen de los adultos y no pueden decidir, mueren porque sus padres o parientes se niegan a darles medicina, esperando que sanen sólo por fe, esta doctrina está causando un mal mayor.

Ejemplo 2

Los Amigos creemos que el sexo tiene como propósito la procreación de los hijos y, además, expresar amor e intimidad al cónyuge. Creyendo así, los esposos viven una vida física, emocional y espiritual equilibrada.

Ahora hay quienes enseñan que el sexo es sólo para procrear, y que los esposos que ya han completado el número de hijos que desean, no deben tener más relaciones íntimas. Al hacerlo, experimentan sentimientos de culpa, tensiones, y aun tentaciones.

Ejemplo 3

Los Amigos enseñamos que la salvación es sólo por la fe en el sacrificio expiatorio que Jesús hizo por nosotros en la cruz, pero que podemos perderla si no vivimos en santidad. Si la vida cristiana y la fe se marchitan gradualmente, podemos hasta dudar de nuestra salvación. Por ello exhortamos a los hermanos a vivir en estrecha comunión con Dios. La vida de santidad y la íntima comunión con Él, mantendrán viva la fe en Cristo, que es lo único que salva.

Muchos enseñan que una vez que somos salvos, permanecemos siempre salvos. Dicen que no importa cuánto nos desviemos, pues siempre volveremos al redil y nuestra salvación está asegurada. Esta doctrina puede llevar a los creyentes a ser un tanto descuidados en su conducta diaria.

En resumen, cualquier cambio en la doctrina afectará también la vida práctica diaria de los hermanos. Muchas veces, estas nuevas formas de vida no siempre resultan muy prácticas, sino ilógicas, dañinas y hasta esclavizantes. Por ello es necesario vigilar que siempre se mantenga la sana doctrina libre de contaminación.

Una iglesia debe adherirse a una sola línea de doctrina, pues cuando penetran otras corrientes con ideas diferentes, hay interferencia y conflictos y se pierde la unidad en la iglesia local.

Por supuesto, respetamos las doctrinas de otras iglesias.

“Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que to oyeren.” (I Timoteo 4:16)

PRINCIPIOS BASICOS DE LA BIBLIA

2.5 LA BIBLIA, LA ÚNICA AUTORIDAD

Por lo que hemos visto hasta ahora en este estudio, el Espíritu de Dios se refiere a Su mente y propósito, y al poder por el cual Él pone en acción esos atributos. Hemos hecho hincapié en que ese espíritu se nos revela expresamente en las páginas de la palabra de Dios. Los muchos problemas del cristianismo contemporáneo se deben a una terrible falta de apreciación de este hecho. Como es difícil creer que tan grande poder esté plasmado en un libro, partes del cual encontramos difícil de entender, es tentador pensar que la revelación de Dios a los hombres podría existir en alguna otra forma aparte de la Biblia. Como nuestra naturaleza humana, fundamentalmente defectuosa (Jer. 17:9), encuentra tan difícil digerir la pura verdad de la palabra de Dios (Jn. 17:17), muchos han cedido ante esta tentación pretendiendo otras formas de revelación que son más atractivas para la mente humana. A continuación se presentan algunos ejemplos:

Religión

Otra forma de revelación que afirma tener

Ventaja humana; su atractivo

Testigos de Jehová

Publicaciones de la Sociedad Watchtower, que se consideran inspiradas.

No se requiere ningún esfuerzo personal para lograr la interpretación correcta de la Biblia; la organización tiene respuesta para todo.

Católicos romanos

Los pronunciamientos del Papa y las opiniones de los sacerdotes, que dicen ser automáticamente el verdadero reflejo de la mente de Dios.

No se requiere la lectura personal de la Biblia. En el pasado, el catolicismo ha desalentado e incluso prohibido su lectura. Se confía en los hombres más bien que en tener que hacer el esfuerzo de verificar las cosas por uno mismo.

Mormones

El Libro de Mormón y otros libros

Elimina la necesidad de creer en doctrinas bíblicas que son difíciles de aceptar. El Libro de Mormón ofrece una oportunidad de salvación universal, mientras que la Biblia dice que hay muchas personas que viven y mueren sin esperanza alguna por no haber tenido acceso a un conocimiento del evangelio.

Cristianismo carismático

Una ‘luz interior’ que pretenden que es el Espíritu Santo.

Creen todo lo que sienten que es correcto, ya que, piensan ellos, el Espíritu de Dios los está guiando e inspirando en formas desconectadas de la Biblia.

Todo esto subraya la necesidad de una aceptación fundamental de la Biblia como la palabra de Dios y buscar en sus páginas el verdadero mensaje. La pregunta: "Una Biblia, muchas iglesias, ¿por qué? queda contestada en gran manera cuando se comprende cómo, en cierto grado, cada iglesia ha pretendido tener otra forma de revelación del Espíritu de Dios, es decir, su voluntad, doctrina y pensamiento, además de la que está en la Biblia.

Si Ud. desea encontrar la única iglesia verdadera, la única fe verdadera, y el único bautismo verdadero (Efesios 4:4-6) la invitación fuerte y clara para usted es: "¡Vuélvase a la Biblia!" Lea algunas veces los primeros capítulos de los Hechos de los Apóstoles. Es evidente que fue la lógica de Pedro, el razonamiento basado en la Biblia, lo que realmente tocó los corazones de hombres, convirtiéndolos, más bien que los milagros que hizo.